El 1 de julio se cumplieron 45 años de la partida a la
eternidad del general Juan Domingo Perón, tres veces presidente de los
argentinos y fundador del Justicialismo, un movimiento político tan vigente
como en sus comienzos.
Sin embargo, hay pocos registros de su pertenencia con la
provincia del Chubut y con la localidad de Camarones en particular, donde de
niño obtuvo los primeros conocimientos de la dura realidad de los trabajadores
patagónicos y que, medio siglo más tarde, lo llevó a concebir y ejecutar el
Estatuto del Peón de Campo, en su rol de secretario de Trabajo y Previsión.
Durante toda su vida, Perón fue un estratega inigualable. Al
punto que la historia oficial indica que nació el 8 de octubre de 1895 en la
calle Buenos Aires 1380 de Lobos, aunque las investigaciones posteriores develan
que en realidad fue el 7 de octubre de 1893 (dos años antes), del otro lado del
río Salado, “por los pagos de Estación Roque Pérez” y como “hijo
natural de una mujer de sangre indígena”.
“Como si hubiese jugado al destino en una mágica apuesta,
logré conservar hasta hoy el origen de mi nacimiento como un profundo
secreto", le dijo alguna vez a su biógrafo Enrique Pavón Pereyra.
Precisamente, por el lado materno, su abuela Mercedes Toledo
fue una tehuelche santacruceña llevada a la provincia de Buenos Aires como
esclava, mientras que su abuelo Juan Irineo Sosa era un descendiente quechua
nacido en Santiago del Estero.
¿Cuáles fueron las razones para ocultar la verdad?: “Estos
hechos, que hoy no tendrían mayor relevancia, representaban sin embargo para la
época y para el Ejército un estigma social insalvable. Habían pasado apenas 14
años de la Campaña del Desierto, donde la figura del indio era aún un enemigo
para la mayoría de los argentinos. Naturalmente, nada de eso figuraba en el
legajo personal del joven Perón a su ingreso al Colegio Militar en
1911, y por supuesto jamás figuró después. Manos amigas se encargaron de
allanar el camino, otorgándole además una beca para que pudiera estudiar porque
carecía de recursos”, explicó Hipólito Barreiro, autor del libro “Juancito
Sosa, el indio que cambió la historia”, y quien además fue su médico personal
durante
años.
Hijo natural
Su padre, Mario
Tomás Perón era hijo del médico porteño Tomás Liberato Perón,
quien pasó a la posteridad durante la peste de fiebre amarilla que asoló la
ciudad en 1871, junto a personalidades de la ciencia como Luis María Drago y
Manuel Montes de Oca. Además, tenía un mandato cumplido como diputado mitrista.
Mario contrajo neumonía a los 18
años, que le obligó a abandonar la carrera de medicina. Eulogio del Mármol
(amigo de la familia), establecido como ganadero en Lobos desde 1860, le ofreció
“un lugar más conveniente para su salud” y hasta le consiguió allí el cargo de
aguacil (oficial de justicia).
No obstante, pronto decide dedicar su
tiempo a la cría de ovejas y se muda a las costas del río Salado (aún no
existía el pueblo de Roque Pérez). En una estancia cercana conoce a
Juana Sosa (17), con quien vive en concubinato, y a fines de 1891 nace su
primogénito Avelino Mario. Al parecer, su antiguo puesto en el juzgado “lo
condiciona para registrar en Lobos a un hijo extramatrimonial que él,
proveniente de una familia distinguida de Buenos Aires, ha tenido con una joven
de raza indígena”. Lo mismo ocurre con Juan (dos años después), quien es
anotado con el apellido Sosa y recién en 1895 (a instancias de su abuela
paterna) es reconocido por el padre y bautizado.
A la Patagonia
En su campito
de Roque Pérez, Mario Tomás Perón compraba los víveres una
vez por semana en el almacén de los Sierra y contrataba a don Zacarías Rivero
para que se los lleve en su volanta. A cargo de la majada estaba Sixto “El
Chino” Magallares, quien enseñó a Juancito a andar a caballo antes que a
caminar.
En 1898, Mario acepta el trabajo de
administrador de la estancia “La Maciega”, cerca de Camarones, en Chubut.
Antes, pasa por Buenos Aires y, nuevamente a pedido de su madre, se casa con
Juana Sosa, a quien deja con sus dos hijos en la costa del río Salado.
Los trae al verano siguiente. La
peonada está compuesta por chilotes (oriundos de la isla de Chiloé). “Muy
pronto, Juancito que comenzó llamándolos tíos, aprende a compartir el mate y
los cuentos de fogón con esos hombres sencillos y rudos, quienes como otros
cientos de miles desparramados por el territorio nacional, están quebrados por
las injusticias de un régimen medieval.
Son ellos los que ayudarán a formar su carácter y sentido de justicia social”,
recordó Dora María Suárez, sobrina/nieta del fundador del Justicialismo.
Refiriéndose a
ellos, Perón recordará: “Con un tordillo manso salía al campo con la
peonada después de tomar mate en la cocina. Esa fue mi primera escuela, aprendí
a conocer los enormes valores de la humildad y al mismo tiempo la vacuidad de
la soberbia”.
Tiempo después, en 1910, ambos
hermanos fueron enviados a Buenos Aires al cuidado de su abuela, quien gestionó
y obtuvo el ingreso de Juan Domingo al Colegio Militar de la Nación.
La familia Perón residió
durante varios años en el pueblo de Camarones, donde Mario fue juez de paz.
Allí poseían dos viviendas; una fue arrasada tras el derrocamiento de 1955. A
finales de los '70, la otra fue ocupada por una familia; tiempo más tarde
sufrió un grave incendio y que quedó abandonada hasta que las autoridades
municipales decidieron reciclar la vivienda para levantar un museo.
Los amigos de la infancia y
adolescencia, visitaban a Juan cuando ya era presidente y de esas relaciones
esta pequeña localidad chubutense logró importantes obras: escuela,
hospital, correo y acueducto, entre otras. También desde este pueblo, escribió
a Evita la célebre carta en coincidencia con los hechos del 17 de octubre de
1945.
La Porteña
Nueve sobrinos de Juan Domingo Perón (sus únicos herederos), recibieron en 2005 el título de propiedad sobre unas 12.000 hectáreas de suelo chubutense, que reclamaron durante 86 años.
El ex presidente de la República (1946/52, 1952/55 y 1973/74) había cedido, en 1964, el derecho de usufructo de esas tierras a los hijos de su difunto hermano Mario, cuando se encontraba exiliado en Madrid, tras sus dos primeros ciclos administrativos. Después de que el general Perón fuera desplazado de la presidencia del país (1955), las gestiones “quedaron paralizadas y hasta desaparecieron algunos folios de los expedientes que formaban parte del pedido de cesión”.
Nueve sobrinos de Juan Domingo Perón (sus únicos herederos), recibieron en 2005 el título de propiedad sobre unas 12.000 hectáreas de suelo chubutense, que reclamaron durante 86 años.
El ex presidente de la República (1946/52, 1952/55 y 1973/74) había cedido, en 1964, el derecho de usufructo de esas tierras a los hijos de su difunto hermano Mario, cuando se encontraba exiliado en Madrid, tras sus dos primeros ciclos administrativos. Después de que el general Perón fuera desplazado de la presidencia del país (1955), las gestiones “quedaron paralizadas y hasta desaparecieron algunos folios de los expedientes que formaban parte del pedido de cesión”.
El campo está ubicado en el paraje Sierra Cuadrada (a 160 km de Comodoro
Rivadavia) y hasta allí llegó a colonizar Mario Tomás Perón en 1913
con una majada que trajo arreando desde Roque Pérez (partió con
dos mil ovejas y solo la mitad sobrevivió). “El gobierno tendría que habernos
pagado a nosotros para animarnos a trabajar estos páramos”, escribió el
fundador de la estancia “La Porteña” a su madre. El propio
Juan Perón venía al lugar durante sus vacaciones y aún se conservan
allí una pistola y una gorra de sus años de cadete en el Colegio Militar.
Secreto mejor guardado
La verdad acerca del “secreto
mejor guardado” (su verdadero lugar de nacimiento) sobre quien fuera tres
veces presidente de los argentinos recién comienza a develarse a fines de 1995,
cuando los vecinos encontraron muerto a Jacinto Saturnino Illescas, el último
custodio del predio.
Los hermanos Illescas sabían bien lo
que estaban cuidando: la casa natal
de Perón en Roque Pérez, un típico pueblo del interior
bonaerense, a 140 km de la Capital Federal. Durante años, preservaron el lugar
de la mirada de curiosos dejando crecer la maleza y apenas un caminito les
dejaba paso para ir a buscar agua con un balde a la canilla del hospital. Si
algún intruso osaba entrar, los perros se encargaban de alejarlo.
Una mañana del verano de 1938, “el
coronel se había presentado en el lugar y señalándole la puerta de la derecha
le dijo a Illescas: ‘allí, en esa pieza nací yo’”, detalla Hipólito Barreiro en
su libro.
Entonces fue importante el aporte de
José María Belardinelli, un empleado del Registro de Catastro
de Roque Pérez, quien aportó la documentación probatoria demostrando
que los lotes escriturados en 1893 a nombre de Juana Sosa (la madre de Juan
Perón), se venden en 1904 (cuando se marchan al Chubut) a Paula Pippo de
Ferretti; para quedar en manos de los Illescas desde 1927. El mismo
Belardinelli recordó que cuando tenía 14 años también fue protagonista allí
mismo de un encuentro con Perón, por aquellos años en ascendente carrera
militar y política.
En 1998, mediante la Ley 25.004, se
declaró a la casa como lugar histórico nacional; y en 2002 la
Municipalidad de Roque Pérez la compró para restaurarla.
Hoy funciona un museo histórico en el que se expone bibliografía y parte
de los materiales obtenidos en una investigación arqueológica realizada por la
Universidad Nacional de La Plata.
Pero los hechos comienzan a
precipitarse a partir de 1938, cuando Perón (con 45 años) ya es
teniente coronel, profesor de la Escuela de Guerra, oficial de Estado Mayor,
secretario y edecán del ministro de Guerra. Como es lógico, despierta “la
admiración de algunos y la envidia de otros”.
Conociendo su pasado mejor que nadie
y sabiendo que por sus venas “corre sangre india”, surgen en él “los mecanismos
inconscientes de defensa y la necesidad de mantener en secreto su lugar de
nacimiento”.
Ya en 1944, la estrella política del
nuevo líder es imparable, a lo que se suma la aparición en escena de Eva
Duarte. Al parecer, son sus camaradas más íntimos (Martini, Descalzo, Mercante)
quienes “perciben el peligro en ciernes frente a sus adversarios, de adentro y
fuera del país.
Ellos saben muy bien que con solo
localizar la humilde casita de su madre indígena, el resto de la historia les
habría sido fácil desentrañar: el nacimiento confuso, su verdadero origen y el
ocultamiento de todos estos hechos al Ejército. Después, al escándalo
seguramente le habría seguido un tribunal de honor y más tarde la baja
deshonrosa”, grafica Barreiro en su investigación documentada.
Finalmente, en 1953,
cuando Perón llevaba ocho años en el poder y la oposición crecía, se
urdió el plan para “hacerlo nacer en Lobos”, en una casa de familia media
acomodada, ubicada sobre la calle principal y con veredas bien acordonadas.
“Desde hacía ya algún tiempo, habían
llegado al presidente noticias inquietantes de Lobos. El cura
párroco, Emilio Larumbe, un declarado antiperonista, comenzó a notar que
estaban aumentando las visitas interesadas en fotografiar el acta de bautismo
de Perón, sumado a que llegaban periodistas y políticos a buscar cierta
información. Con el mismo propósito, apareció también un ciudadano yanqui”,
explica Barreiro.
Se sumó el espionaje a su “dossier”
por parte del Servicio de Inteligencia Naval. “Era menester solucionar el
trámite de su nacimiento. El plan de Lobos ya estaba decidido. Ahora, era
necesario ejecutarlo sin demora porque había que proteger al hombre de sus
enemigos”, recalcó el ex diputado nacional Roberto Cursak.
Fiel a su estilo, cuando fue a
inaugurar el museo allí montado, el general Perón dejó estampado en el libro de
visitas: “He nacido en la pampa y tengo el extraordinario orgullo de sentir
dentro de mí algo de ese gaucho legendario que luchó por nosotros”. En resumen,
jamás reconoció que nació en ese pueblo y donde la supuesta casa natal ¡fue
construida recién cuando él ya tenía dos años!
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