“Para un 25 de mayo, el maestro Pedro Pascual Ponce juntó
plata y compró un fonógrafo. Lo colocó en una carretilla y puso el disco del
himno nacional. Cantando la canción patria nos fuimos por la calle, mientras un
niño llevaba la carretilla acompañándonos. Adelante iba el abanderado, portando
la bandera de guerra, junto con su escolta. Todo aquello era una gran fiesta”,
rememoró María Olinda Mayorga, alumna de la escuela 16 “con paredes de barro y
techo de paja”, creada en 1906, en Las Golondrinas, por el docente cuyano luego
fundador de los pueblos de El Bolsón (1926) y Lago Puelo (1928).
“Mis compañeros venían de todas partes y de muchos
kilómetros de distancia. Iban a caballo y en los días de lluvia se protegían
con ponchitos de lona y calzaban tamangos”, reflejó la mujer (nativa de El
Hoyo), entrevistada por Naco Sales en su libro “El Bolsón de antes”.
Cabe recordar que los 20 estudiantes eran en su totalidad
hijos de los pioneros chilenos (y pronto los libaneses comerciantes) llegados
por aquellos años a colonizar los valles cordilleranos. Sin embargo, enseguida
optaron por la nacionalidad argentina y un especial sentimiento por los
símbolos y fechas patrias. “En días de reuniones amigables, allá en la fonda La
Chilena, entre copa y copa, un grupo de padres concibió la peregrina idea de
conseguir una escuela para la educación de sus hijos. Y así fue como
repartiendo las distancias, se decidió por el paraje Las Golondrinas”, asegura
Naco Sales.
En 1907, “la soberanía argentina estuvo en peligro, toda vez
que la Compañía Chilena de Cochamó “hizo practicar operaciones de mensura de 10
mil hectáreas en El Hoyo de Epuyén, teniendo forzosamente los pobladores –en
caso de aprobarse- que desalojar sus lotes, arrebatándole indefectiblemente a
la escuela pública un importante radio escolar”, denunció Ponce ante las
autoridades de la gobernación en Rawson.
Desde entonces, el 25 de mayo fue una fecha importante para
los escasos vecinos cordilleranos, principalmente del ámbito rural. Por un
lado, marcaba la finalización del ciclo lectivo que se retomaba en septiembre.
Era habitual que las nevadas ya cubriesen el paisaje y la ocasión era propicia
para encontrarse en la escuela y disfrutar de una jornada con asados de
vaquilla; las consabidas poesías, danzas criollas y cuadros alegóricos
protagonizados por sus hijos -en el marco de un acto protocolar de guardapolvos
impecables-, y cierre con baile amenizado por músicos aficionados, con acordeón
y guitarra.
También hay testimonios en El Bolsón y Cholila de la
formación y desfile de “los reservistas” (aquellos hombres que habían cumplido
con el servicio militar obligatorio), que en la ocasión aprovechaban para
volver a prometer fidelidad a la bandera celeste y blanca y manifestar su
predisposición de “servir a la Patria”, si fuese necesario.
Escuela Hogar
Otro hito educativo para muchas generaciones de
cordilleranos fue la Escuela Hogar de El Bolsón, a la que asistían con régimen
de internado los chicos de El Turbio, Epuyén, Leleque, Mallín Ahogado y El
Manso, entre otros parajes.
José Bahamonde recordó ayer que a principios de la década del
’60 “cada 25 de mayo tenía una connotación especial. Afuera siempre nevado, por
cuanto debíamos buscar el calor de las estufas. Los preparativos comenzaban con
dos meses de anticipación para aquellos que participaban en alguna comedia,
recitado o danzas, además de las mazamorreras pintadas con corcho quemado”. “Los
ensayos eran rigurosos –agregó-, y también era lindo ver el comedor de la
escuela adornado con las guirnaldas que hacían las chicas. En las paredes de
las aulas se colocaban láminas con los próceres, que nos hacían imaginar un día
de la Gesta de Mayo, cuando la patria nacía”.
El acto en la plaza “concentraba la formación de todas las
escuelas, con los guardapolvos muy almidonados y con la típica escarapela en el
pecho. Se cantaba el himno con todo el fervor y siempre venía la banda de
música del Ejército Argentino, con aquellas marchas que después replicábamos
toda la semana, mientras los maestros nos seguían a los gritos pidiendo un poco
de orden”.
Con todo, “lo que más se nos inculcaba era el respeto hacia
nuestros mayores, valores que se fueron perdiendo”, concluyó.
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