domingo, 30 de agosto de 2020

La primera licenciada en Agroecología del país es de El Bolsón

 

Agustina Mardones se recibió la semana pasada (de manera virtual debido a la pandemia), y es la primera egresada del país de la licenciatura en Agroecología, una carrera que la Universidad Nacional de Río Negro dicta desde 2014 en El Bolsón.

“Nací hace 28 años en Cutral Co, aunque vivo en Mallín Ahogado desde hace 10 años. Estoy muy agradecida de haber terminado con semejando proceso el 19 de agosto ante un jurado compuesto por Marta Riat (del Laboratorio de Suelos del Inta Bariloche);  Juan Ochoa (doctor e investigador del Conicet) y Santiago Sarandón (referente latinoamericano de agroecología). Me tocó abrir la puerta, pero detrás vienen un montón de compañeros”, contó a Jornada frente a la sede andina de la UNRN.

“Acá, de hecho no se estila tirar huevos y harina a los egresados. A lo sumo, nos tiramos flores”, bromeó acerca de los festejos por su promoción.

“Comencé estudiando Producción Vegetal Orgánica –agregó-, que también se dicta en El Bolsón, pero siempre noté que faltaba una visión más social en la producción de alimentos y todos sus eslabones. Es la parte que hace distinta a la carrera de agroecología en este presente de alimentación con ultraprocesados y verduras tratadas con agrotóxicos que se acumulan el cuerpo, es un grito de vida”, aseguró.

 “La agroecología no solo es una ciencia, sino también un movimiento que impulsa el consumo responsable –ponderó-, donde es fundamental comenzar con poner en valor lo natural. Por ejemplo, hoy estamos inmersos en una pandemia mundial y hay cuestiones limitadas para el comercio. Entonces, nos preguntamos de dónde vienen nuestros alimentos”.

Enseguida se preguntó “si seguimos loteando todo para el turismo o vamos a privilegiar nuestra calidad de vida. No digo que todo el mundo tenga que salir a hacer huerta, tener ovejas o criar gallinas, pero hay que darle el lugar que se merece a la producción primaria de alimentos”, insistió.


Acerca de sus posibilidades laborales en la región, recordó que “hay muchos productores, empresas dedicadas al agro, junto a espacios institucionales como el CEA o el Inta, donde podría sumarme. A un nivel más científico, está el Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural de la propia Universidad Nacional de Río Negro”.

Con todo, valoró que “es una carrera que proporciona muchas herramientas para la autogestión y brinda la oportunidad de vincularse con la tierra”. De hecho, la flamante profesional ya cuenta con su propio emprendimiento de fitocosmética agroecológica (Solar Botánicos).

Tesis

El trabajo final que presentó Agustina Mardones “consistió en un ensayo que tuvo como objetivo evaluar qué impacto tenía sobre cultivos de rúcula y acelga un biofermento hecho a base de microorganismos presentes en los suelos de los bosques de la zona, llamado fiol. Fue una integración de múltiples disciplinas, fue difícil. No sólo por el contenido teórico y metodológico, sino por el contexto en el cual se realizó”, graficó.

Desde su óptica, El Bolsón “es el lugar adecuado para cursar esta carrera porque culturalmente existe esa búsqueda y también se la vive. Existen múltiples espacios de intercambio de saberes en relación a la tierra y a las plantas, que nutren otros aspectos que la visión académica no da. Me dedico desde hace 5 años al cultivo de plantas aromáticas y medicinales, revalorizando prácticas y saberes de acá, en relación al cultivo y a preparados herbarios”, puntualizó.


 Respuesta

A su criterio, la agroecología nace en respuesta a un sistema productivo que destruye ambiente y vidas. Deschava la mentira de la ‘alimentación del mundo’ que trajo la revolución verde y su paquete tecnológico. Investiga detalladamente los procesos e interacciones biológicas en los agrosistemas, diversificándolos y complejizándolos. Con esto, busca promover prácticas agrícolas autónomas basadas en recursos locales, que sostengan o aumenten la biodiversidad y sean sustentables en el tiempo. Ya vengo trabajando en esto hace tiempo, siempre orientado más a plantas aromáticas y medicinales”, explicó.

 La licenciatura en Agroecología “aporta también a desarrollar un pensamiento crítico y eso es útil para la vida. Es una carrera multidisciplinaria, muchas materias de las ciencias exactas y también de las sociales, es en sí una fusión”, dijo al tiempo que destacó “el lugar donde se dicta, donde hay posibilidad de ver muchas experiencias productivas y de relacionarse con la tierra”.

Sede andina

Desde la propia sede universitaria de la zona andina indicaron que “cada año, recibimos en El Bolsón a estudiantes de distintos puntos del país (Neuquén, Chubut, Santa Cruz, Misiones, Santa Fe o Buenos Aires) e incluso de países de la región, como Chile, Brasil o Colombia”.

La región “presenta condiciones agroecológicas particulares, que son muy diferentes a otras de países en los que se ha desarrollado la materia. El clima cordillerano presenta un desafío en este sentido, sumado a las particularidades sociales que también hacen interesante a la disciplina”.


“La conciencia en el consumo, la voluntad de asociarse para producir y comercializar, la preocupación por el consumo local, la certificación participativa de los productos, temas recurrentes en la Comarca Andina, son parte del cambio de paradigma propuesto por la agroecología, en el cual la sustentabilidad ambiental económica y social son eje”, indicó Christine Danklmaier, directora de la carrera, quien adelantó que “se está gestionando un campo experimental para aplicar los conocimientos adquiridos en la cursada”. La inscripción 2021 inicia en octubre.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Nuevos hallazgos de huemules en la cuenca de río Puelo impulsan acciones para su conservación

La colaboración permanente entre la ONG “Puelo Patagonia” y la fundación “Tompkins Conservation Chile” ha logrado registrar por estos días nuevas imágenes de huemules en la cuenca del río Puelo, del lado chileno.

“Dado que esta zona se encuentra en directa relación con el área límite con Argentina, estas evidencias vienen a fortalecer el monitoreo de la especie en ambos lados de la cordillera, impulsando un trabajo colaborativo para la conservación a largo plazo de esta icónica especie de Patagonia, que se encuentra en peligro de extinción”, resaltaron. 

Tras recordar que en el área “existían escasos registros de la presencia del huemul" y que “solo algunos relatos de pobladores indican haberlos visto”, con un informe preliminar de hace más de 23 años, se indicó que “en 2019 se llevó a cabo un primer registro científico actualizado, gracias a un proyecto impulsado por la ONG “Puelo Patagonia” y la “Fundación Tompkins Conservation Chile”, con el apoyo financiero de National Geographic Society.

Como parte de ese proyecto, y luego de más de 1.500 días de muestreo y registros con cámaras trampa, “se han podido obtener este invierno nuevas imágenes de huemules pertenecientes a las poblaciones de esta especie en la cuenca del Puelo, estimando la presencia de al menos unos 17 a 22 individuos en un área inicial de cerca de 3.500 hectáreas”.

En correspondencia, cabe destacar que dentro del Parque Nacional Lago Puelo y el Parque y Reserva Provincial Río Turbio “también hay evidencias que vienen a fortalecer las acciones de conservación por el huemul y que se vienen desarrollando por parte de la Administración de Parques de Argentina”, valoraron.

El director ejecutivo de “Puelo Patagonia”, Andrés Díez,  subrayó ayer que “los continuos esfuerzos por relevar esta zona confirman que tenemos poblaciones importantes de huemules a ambos lados de la frontera y, por lo tanto, es fundamental un trabajo colaborativo entre ambos países, que permita un enfoque integral para abordar la conservación y protección de ecosistemas vitales dentro la cuenca binacional del río Puelo”. 

A su turno, el director de Rewilding de “Tompkins Conservation Chile”, Cristián Saucedo, remarcó que “estos nuevos hallazgos nos permitirán impulsar acciones que limiten y controlen las amenazas al huemul y su hábitat, por la importancia que representa esta especie como paraguas en estos ambientes. Actualmente el hábitat de estas poblaciones se encuentra protegida en Argentina bajo la categoría de parque nacional, mientras que del lado chileno no existe protección oficial del territorio en cuestión”, graficó.

Nuevos ejemplares

De este lado de la frontera, en el Parque Nacional Lago Puelo, en la provincia del Chubut, “se instalaron cámaras trampa y hasta la fecha se han obtenido imágenes de varios ejemplares, incluyendo machos adultos, juveniles, hembras y crías recién nacidas”.

Al respecto, el referente del Programa de Conservación del Huemul -de la Administración de Parques Nacionales-, Hernán Pastore, dijo que “todo esfuerzo para conservar al huemul en la cuenca del Puelo debe ser encarado en forma conjunta entre ambos países y de manera coordinada, ya que se trata de una única población de la especie que ocupa un área de frontera entre ambas naciones”.

Entre los desafíos a futuro para su conservación, se prioriza “un plan conjunto entre organizaciones, instituciones gubernamentales y la comunidad de ambos países para incrementar y mejorar las condiciones de las poblaciones de huemules y sus ecosistemas en esta región, a través del control de amenazas, aumento de los estándares de manejo del hábitat, implementación de zonas de amortiguamiento y regulación de actividades como el turismo”, entre otras.  

Asimismo, Conaf Chile “está generando una instancia para sumarse a estos esfuerzos de conservación, en el marco del trabajo en las Áreas Silvestres Protegidas”, adelantaron. 

En 2012, ambos países firmaron el “Plan de Acción Binacional Argentino Chileno para la Conservación del Huemul del Sur”, que identifica acciones para mitigar las amenazas que enfrenta la especie y su hábitat.

2 mil ejemplares

“Se estima en unos 2 mil ejemplares la población total de huemules, entre la Patagonia argentina y chilena, en áreas aisladas, dispersas y lejos de las actividades humanas como la ganadería y la forestación exótica”, acotó tiempo atrás el guardaparque Mauricio Berardi, del Parque Nacional Lago Puelo, al frente de un programa que desde hace 25 años viene trabajando en su preservación.

De igual modo, señaló que en la Comarca Andina, “todavía tenemos la suerte de encontrar algunos en la mayoría de las montañas que nos rodean, aún cuando no son fáciles de ver”, destacó.

Sumó al pudú pudú, que es “también una especie amenazada, aunque su hábitat de bosques densos favorece su vida y reproducción, quizás un poco mejor que el huemul, que sufre mucho más con los incendios forestales, la contaminación y la destrucción de la naturaleza”.

Acerca de su avistamiento en la región, refirió que “se lo ha observado en áreas cercanas al río Azul, El Turbio, cerro Cuevas y otros lugares con sotobosque, caña colihue y lugares donde pueda obtener alimento”.

Para ambas especies “es muy peligroso el impacto directo de los perros sueltos –insistió-, además de la invasión de sus espacios naturales por parte de los ciervos europeos y jabalíes, que rivalizan por el alimento y los desplazan. En el caso del ciervo colorado, es muy competitivo y territorial en época de brama” (reproducción).

Como recomendación para los campesinos y excursionistas pidió “no llevar perros” y “no molestarlos. Si se produce un avistamiento, dejar que sea el animal quien determine la distancia de acercamiento”.

 

lunes, 17 de agosto de 2020

El general San Martín carpintero, músico, pintor y apasionado por el asado y el café

 A 170 años de su fallecimiento en Boulogne-sur-Mer, la figura del general José de San Martín cobra cada vez mayor relevancia para los pueblos de América del Sur. No solamente por haber sido su libertador, sino como ejemplo de vida por su austeridad, honradez e integridad en tiempos donde la gente cuestiona cada vez más a su clase política.

Con todo, hay aspectos de su vida poco conocidos, como que fue “un muy buen carpintero y ebanista”; un “eximio jugador de ajedrez”; que “tocaba la guitarra en los campamentos militares” y que “su comida preferida era el asado. Solía morder un pedazo de carne y, como los paisanos, cortaba el sobrante con un cuchillo afilado. ¡Había quienes se maravillaban que no se cortara la nariz! Era muy hábil en comer así”, según refleja su biógrafo Adrián Santos.

Resalta que “su palabra era santa y para sus hombres era ley. Predicaba con el ejemplo, él mismo enseñaba el manejo de cada una de las armas, como lo atestiguan las melladuras del filo de su sable corvo, inigualable instrumento de enseñanza de la esgrima. Y jamás daba una orden a sus subordinados que él mismo no pudiera cumplir”.

Entre sus costumbres, resalta que “no le gustaba el mate, pero era un apasionado del café. Y como era muy pillo, conocedor íntimo del alma del soldado, para no desairar a sus muchachos, tomaba café con calabaza y bombilla”. De igual modo, “conocía mucho de vinos y podía reconocer su origen con sólo saborearlo”; al tiempo que “era un empedernido fumador de tabaco negro, que él mismo picaba para luego prepararse sus cigarros”.

También, San Martín “se remendaba su propia ropa. Era habitual verlo sentado con aguja e hilo, cosiendo sus botones flojos o remendando un desgarro de su capote. Usaba sus botas hasta casi dejarlas inservibles. Más de un vez, las mandaba a algún zapatero remendón para hacerle taco y suela nuevos”.

El Libertador “tenía la costumbre de aparecerse por el rancho y pedirle al cocinero que le diera de probar la comida que luego comería la tropa. Quería saber si era buena y allí mismo se servía de parado. Luego de almorzar, dormía una siesta corta -de no más de una hora-, para luego levantarse y volver al trabajo”.

En campaña, “era el último en acostarse después de cerciorarse que todos los puestos de guardia estuviesen cubiertos y el resto de la tropa descansando. Y para cuando empezaba a clarear el sol en el horizonte, hacía rato que el general contemplaba el alba”.

Entre otras virtudes del “Santo de la espada”, además era “muy buen pintor de marinas. Él mismo decía que si no se hubiera dedicado a la milicia, bien podría haberse ganado la vida pintando cuadros”, al tiempo que estudió guitarra en España “con uno de los mejores maestros de su época” y que “hablaba inglés, francés, italiano y obviamente español, con un pronunciado acento andaluz”.

Carpintero

En su ensayo “La voz del gran jefe”, Felipe Pigna asegura que José de San Martín “era muy buen carpintero y ebanista. Esto lo practicó durante su exilio. Fabricaba mueblecitos para las muñecas de sus nietas, a quienes dejaba llamarlo ‘El cosaco’ por un gorro que usaba cuando trabajaba.
También practicó jardinería y horticultura en su casa de Grand Bourg, muy cerca de París, por entonces una zona casi campestre. Allí se dedicaba junto a sus nietas al cultivo de flores, plantas y hortalizas que abastecían a la familia. Estaba muy atento a la llegada de la primavera luego de los hostiles inviernos parisinos, temiendo por la suerte de sus cultivos”.

El abuelo

Merceditas “entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un mueble una medalla de la pendía una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: - Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer (madre de Merceditas), y dijo a San Martín: - Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España dio a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó: - ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño?” (Fuente: Asociación Sanmartiniana).

domingo, 9 de agosto de 2020

El Hoyo: A los 100 años, la abuela Ernestina completó su viaje de los Alpes a los Andes del sur

 Ernestina Magdalena Meister nació el 17 de julio de 1920 en Laufen (en la región de Alta Baviera, cerca de la frontera con Austria), donde estuvo hasta los 7 años al cuidado de su abuela. Desde hace 10 años vive en el valle de El Hoyo, acompañada de su hijo Sebastián Bach, su nuera Adriana de la Penna y los nietos Michaela y Georg Sebastián.

En la tarde de lluvia, las liebres corren libres por el fondo de la chacra Elal, seguidas atentamente por el ojo avizor de las avutardas. Los cerros nevados dan el colorido predominante de estación, que irremediablemente la abuela compara “con mi pueblo natal en Alemania, con montañas muy altas y donde en mi niñez andaba en trineo”.

Hace pocos días cumplió sus 100 años “y vamos por otro siglo más”, bromea con un humor que contagia. En el jardín de invierno de su cabaña disfruta de sus plantas y largas horas de lectura. Allí fue desgranando sus recuerdos: “Vine en un viaje en barco que duró un mes, encargada por mis padres a una señora que fue a Munich. Todavía veo a mi abuela despidiéndome en la estación, no la volví a ver y es una imagen muy dolorosa que me quedó para toda la vida. El recorrido en tren hasta el puerto de Hamburgo fue largo, más de 500 km”.

“Mis padres me esperaron en Buenos Aires y fuimos a Tres Arroyos –agrega-, donde había una colonia con gente de toda Europa. Mi papá (Luis Meister) era ingeniero botánico y diseñó los parques de distintas estancias de Entre Ríos, pero mi mamá no aguantó el clima y nos volvimos. Entonces, papá fue director de Paseos Públicos en la municipalidad durante 32 años, donde proyectó todas las plazas de la ciudad, además de los jardines de varias estancias de la provincia de Buenos Aires. Todavía tengo algunos planos, que ahora ya pertenecen a mi nieto”.

De sus memorias de juventud, se acuerda que “los sábados íba a bailar -acompañada lógicamente por papá y mamá-, al salón de la Sociedad Germana, donde todas las señoritas tenían la obligación de cambiar de bailarín en cada pieza. Los hombres tomaban cerveza, mientras que las chicas pedíamos un refresco que se llamaba Bilz, que era muy rico. Eramos una colonia muy alegre, unidos con dinamarqueses, holandeses, franceses, italianos e ingleses”.

“En esas fiestas –evoca- conocí a mi esposo Sebastian Bach y nos casamos cuando yo tuve 21 años. Él fue uno de los promotores del lúpulo en el país. Trabajó para la compañía cervecera Quilmes, que ordenó ensayos en Sierra de la Ventana para el caso de una guerra, ya que debían importarlo desde Alemania o Checoslovaquia. Mi marido levantó en esa zona lupulares de 100 hectáreas. La producción anduvo muy bien pero los costos no resultaron, ya que salía más barato comprarlo afuera del país. Quién iba a pensar que terminé viviendo en la cuna del lúpulo argentino, en un largo viaje desde los Alpes hasta los Andes del sur”, se ríe.

Desde su óptica, El Hoyo “es un buen lugar para vivir, tiene una temperatura muy agradable y no hace tanto calor en verano, aunque este invierno es medio crudo”, puntualiza.

 


Hasta los 90

“Manejé mi auto hasta los 90 años, sacaba mi carné y andaba tranquilamente por el pueblo. Tengo los dos ojos operados, así que veo muy bien”, asegura. Con todo, reconoce que “el cuerpo envejece, algunos achaques se notan y ya no tengo fuerza física. Sin embargo, la mente por suerte me acompaña con total lucidez. Me levanto muy temprano porque duermo poco, así que aprovecho la noche para leer, la última novela que terminé se llama ‘La catedral del mar’. Una lástima que no se pueda ir a Bariloche por la pandemia, porque allí dejé muchos libros”, se lamenta.

También valora que “mis nietos nacieron en Alemania cuando yo tenía 80 años y hoy me acompañan mucho. Nunca creí poder verlos a esta edad, aunque Dios me dio esa suerte y los estoy disfrutando mucho. La nena va a cumplir 20 años este mes y el varón ya tiene 18”.


Letra gótica

De todas maneras, la abuela Ernestina Meister recalca que “soy más de ciudad que de campo. En Alemania fui a un colegio de monjas a los cuatro años. Fueron muy buenas profesoras, donde hice primero y segundo grado. Llegué a Argentina en octubre, así que me mandaron dos meses a un colegio particular para aprender el idioma castellano y el cambio de escritura, porque allá escribíamos en letra gótica. En marzo siguiente, pude calzar en tercer grado”.

Viajes

Tras valorar que “en la vida cumplí todos mis metas”, resaltá que “una de mis mayores satifacciones fue viajar mucho. Después que falleció mi marido, en el año 1986, me dediqué a salir del país. He ido al menos 30 veces a Alemania y en mi pueblo de Laufen me quedaba en la casa de una tía con la que me crié y un hermano. Además, tuve una muy buena amiga y recorrímos toda Europa, fueron paseos muy lindos”. (Por Fernando Bonansea).