lunes, 28 de septiembre de 2020

Paraíso cordillerano cercano para redescubrir apenas se abra el turismo

 Quedarse parado (y en absoluto silencio) entre los arrayanes mirando deambular las truchas al alcance de la mano en las nacientes del río Rivadavia, es una experiencia que quedará impresa por siempre en sus retinas.

Unos metros más adelante, desde la ruta 71 hay que caminar unos metros para alcanzar el mirador del lago Verde, otro de los sitios imperdibles de la excursión de aventura plena por la naturaleza exuberante del Parque Nacional Los Alerces.

Pasando la Villa Lago Rivadavia, a la altura del alero Cerro Pintado (con el testimonio de tribus tehuelches de 2 mil años), aparecen en todo su esplendor las cumbres más altas de la provincia del Chubut: los cerros Dos Picos (2515 metros) y Tres Picos (2492 metros), coronando con sus cumbres nevadas el paisaje del lago Cholila.

En detalle, desde El Bolsón hasta Trevelin, siempre bordeando la cordillera, existe un collar de lagos, ríos y arroyos que ubican al visitante en un escenario patagónico sin comparación. En medio, las chacras de lúpulo y fruta fina, el camino de la historia, la ruta cervecera artesanal, la propuesta gastronómica y las múltiples actividades que ofrece la Comarca Andina del Paralelo 42° y que siempre atrapan al viajero con un embrujo especial.

Otro lugar imperdible es la bahía de Puerto Bonito en el lago Epuyén (desde la ruta nacional 40 se observa todo el valle), frente al cerro Pirque, que en días despejados asegura miles de fotos con un entorno de ensueño.

Por estos días, los organismos de gobierno analizan los protocolos indispensables para la reapertura del turismo “de cercanía”; es decir, reservado para que los residentes en la región puedan hacer salidas y “redescubrir” los paisajes conocidos desde siempre, a la espera de mejores oportunidades para viajar a otros destinos del país o del mundo.


Con todo, “la cordillera siempre encanta”, aseguran los expertos. Y motivos sobran: los flamencos con su tono rosado intenso en medio de una laguna; un paisano de a caballo –y con sus perros- arreando las vacas; otro campesino sembrando las papas; el amarillo intenso de los aromos y los rosas de los ciruelos en contraste con las nieves eternas de los picos andinos, donde es habitual el vuelo de los cóndores, que van poniendo matices a un viaje que obliga a múltiples paradas.


A la hora de elegir alojamiento, esparcimiento o algún plato gourmet para disfrutar la jornada, las propuestas son múltiples en cada uno de los pueblos: Cholila hace gala de ofrecer “la mejor carne del mundo” y al mediodía siempre hay alguna parrilla abierta para demostrarlo. En El Hoyo, persiste la tradición de las abuelas polacas y ucranianas son su repostería inigualable, sumada a los jugos naturales de la fruta fina recién cosechada. Por su lado, Lago Puelo cuenta con un centro gastronómico de excelencia, con sus chef preparando desde un clásico cordero hasta una trucha a las finas hierbas o pastas rellenas surgidas de una imaginación sin límites.

Tierra campesina

En El Retamo hay que tomar la ruta 71 hacia Cholila (totalmente pavimentada). Unos 25 km distan hasta la cabaña de Butch Cassidy y su banda de pistoleros norteamericanos, quienes vivieron allí a principios del siglo XX y fue su guarida luego de asaltar bancos por medio país. A orillas del río Blanco, no podrá resistir la sensación de ser “parte de un western con rifle, caballo y sombrero del oeste”. A pocos metros está el bar/museo “La Legal”, con sus estanterías repletas de elementos de época, rememorando lo que fue el viejo almacén de ramos generales de la familia Daher, y donde –además de ofrecerle un café y un sándwich- sus propietarias le contarán buena parte de la historia de los famosos bandoleros.


Rumbo hacia el sur, el camino serpentea hacia la Villa Lago Rivadavia, con su postal de lodges a orillas del río Carrileufu y sus praderas llenas de vacas y caballos pastando que recuerdan el viejo far west de la serie “Bonanza”.

Al llegar al Parque Nacional Los Alerces (Patrimonio mundial natural de la Unesco-no se cobra acceso hasta diciembre-), el viajero “predispone todos sus sentidos para vivir un paisaje único de nuestra Patagonia, donde el lago muestra todo su esplendor de azul profundo en medio de cañadones cordilleranos cubiertos por la selva valdiviana que se extienden hasta el límite con Chile”. (Por Fernando Bonansea).


viernes, 18 de septiembre de 2020

Silvia Vallejos y Alfonso Díaz Barría, baluartes de la colectividad chilena en la Comarca Andina

 

Por la pandemia, será un 18 de septiembre distinto para la comunidad chilena de la Comarca Andina. Sin ánimos para bailar una cueca o brindar con chicha en cacho “porque hay muchos hermanos que están sufriendo”, el acto en la plazoleta República de Chile se limitará a entonar las estrofas de los himnos patrios e izar las banderas, con la presencia de las autoridades comunales y los descendientes de los colonos que llegaron a los valles cordilleranos para formar las actuales comunidades de El Manso, El Bolsón, Lago Puelo, El Hoyo, Epuyén, Cholila y El Maitén.


“Los primeros habitantes permanentes de nuestra región fueron los pioneros chilenos. Ganaderos, carpinteros, albañiles y panaderos que nos dieron esta identidad que hoy mostramos con orgullo”, recordó el intendente Bruno Pogliano.

El “Roto” Alfonso Díaz Barría y su esposa Silvia Vallejos se conocieron acá y son el reflejo de los inmigrantes trasandinos que no pierden sus tradiciones con el correr del tiempo. Llegar a su casa en el barrio Usina es ingresar a un túnel donde van apareciendo elementos que transportan al visitante a cualquier pueblo del otro lado de la frontera: una puerta cancela con bisagras y albardón de hierro forjado; la chimenea siempre encendida; los sillones y los muebles de madera rústica fabricados por ellos mismos. Por sobre todo, los aromas de la cocina que se traducen en las empanadas campesinas picantes, las sopaipillas o las cazuelas de ave con recetas heredadas de la abuela.

Silvia Vallejos nació en la pequeña comuna de Máfil, en la provincia de Valdivia, y llegó a El Bolsón hace 38 años. Sus recuerdos de la casa natal para las fiestas patrias la remontan a "cuando se carneaban los corderos. Mi abuela nos levantaba temprano y nos hacía vestir para la ocasión. En la escuela tocaba la banda y nos preparábamos para ir al desfile. Después volvíamos para compartir los asados y festejar bailando con la familia y los vecinos”.


En el mismo colegio, “nos enseñaban a bailar la cueca y todas las danzas folklóricas. Cuando conquisté a mi marido con la guitarra le hice un repicado muy antiguo”, bromea.

“Nunca me arrepentí de haber venido a El Bolsón –asegura-. Esta comunidad nos permitió crecer como familia y nunca nos faltó el trabajo”.

Ramadas

A su lado, Alfonso Díaz (natural de Puerto Montt), evoca que “para el 18 de septiembre bajábamos a las ramadas de la costanera, pero antes nos preocupamos por la pinta. En esos lugares se hacían los juegos típicos, como la carrera en sacos o el palo ensebado. Se bailaba cueca dos o tres días seguidos con músicos de acordeón y guitarra y no faltaba la chicha de manzana. Los viejos empezaban a tomar el 16 o 17, se curaban y los carabineros se los llevaban. Los soltaban cuando terminaban las fiestas patrias. Después, cuando les preguntaban, decían que habían estado guardados por chichita nada más”.

Con todo, reconoce que “aprendí a bailar la cueca cuando llegué a El Bolsón, de adolescente participaba en campeonatos de tweets y rock and roll. Todavía tengo la camisa bordada”, se ríe.


De igual modo, en sus recuerdos de infancia aparecen “los largos viajes en lancha hasta la isla de Chiloé que hacía con mi padre, donde salíamos a la playa a preparar algún curanto con pescados y mariscos. Son los olores y sabores que uno guarda para siempre. En el pueblo, con luna llena, la marea baja bastante, así que era común bajar a mariscar. Un cuchillo y un limón alcanzaban para tener un verdadero banquete”.

Enseguida, de un aparador saca un trompo y un balero artesanal: “Guardo estos juegos tradicionales para mostrarlos a las nuevas generaciones. Eran juguetes sanos. Ahora es tiempo de enseñarles a los tres nietos (Florencia, Daniel Benjamín y Ameli) que nos regalaron nuestros hijos Santiago y Ana Belén”.

Oficios

Alfonso Díaz llegó a El Bolsón en el año 1977, cuando “era un pueblito muy chico donde todos nos conocíamos. Por esos años, y aún antes, a los trabajadores chilenos nos tocó construir la mayoría de las ciudades patagónicas argentinas, porque fuimos los albañiles, carpinteros y gente de múltiples oficios los que pusimos el pecho y las manos al frío del invierno y al calor del verano para levantar los edificios públicos, las iglesias y barrios enteros”, graficó.


Embajadores culturales

Con el tiempo, entre su trabajo en una farmacia y su pasión por las artes marciales, Alfonso también dedicó parte de su tiempo a formar un grupo folklórico -siempre acompañado de su esposa y otros compatriotas-, y fueron verdaderos embajadores culturales del canto y los bailes del sur de Chile por todas las fiestas regionales.

De antaño, rememoran además “aquellas ramadas en la bloquera de don Tani Muñoz, donde se cruzaban las banderas argentina y chilena, se carneaba un novillo y se bailaba en familia toda la noche”.


Otro de los baluartes de la colectividad trasandina “fue don Bernardino Rubilar, un excelente carpintero llegado desde Puerto Montt. En mi casa conservo una bandera hecha artesanalmente en esos años, que pienso entregar al pueblo de El Bolsón cuando haya un museo”.

En coincidencia, el matrimonio sigue ejerciendo hasta el presente una suerte de consulado ad honorem, preocupados por "cualquier trámite o gestión que necesite un chileno residente en la zona o que vaya en viaje. Un baluarte fundamental en esto es el cónsul nuestro en Bariloche, Diego Velazco, siempre dispuesto a dar una mano”, recalcaron.


En otros tiempos, “traían engañados a algunos compatriotas, prometiendo cosas que después nunca se cumplían. Les ofrecían alojarlos en cabañas, pero una vez acá los metían al bosque en un galpón y eran poco menos que esclavos. Injusticias que me tocó defender, aunque algunos se enojaran”, rememoró Díaz Barría. (Por Fernando Bonansea).


domingo, 13 de septiembre de 2020

Bandidos rurales del viejo oeste chubutense

 El director de Turismo de Cholila, Darío Calfunao, adelantó que están manteniendo reuniones con la cartera provincial para avanzar “en un proyecto innovador para dar valor al patrimonio histórico de la localidad, incluyendo la cabaña de Butch Cassidy y la banda de pistoleros americanos”, quienes residieron a orillas del río Blanco a principios del siglo XX y “dejaron un halo de misterio y leyenda que trasciende hasta nuestros días”.


Al respecto, el funcionario agregó que “también hubo otros bandoleros legendarios por todo el oeste del Chubut, como Wilson y Evans, cuya tumba está en Río Pico; o Pío Quinto Vargas, en la zona de Corcovado. La propuesta apunta a transformar esa violencia de villanos y delincuentes en algo atractivo para nuestros visitantes, a través de paradores divertidos y saludables, donde haya lugares seguros para estacionar y con la creación de una aplicación móvil (app) de autoguiado para cada recorrido”.

Butch, el carnicero

Aquella noche de verano, Butch Cassidy, Sundance Kid y Etta Place estaban cenando en su cabaña a orillas del río Blanco, agasajando a una familia de la colonia galesa de Trevelin que estaba de visita, cuando entró al comedor un perro con la mano de un hombre en la boca. El silencio su sepulcral y la situación fue salvada por otro miembro de la gavilla, que entró a la carrera y se lo llevó. Nadie dijo nada, pero entre los pobladores comenzó a correr la sospecha de que sus vecinos ocultaban un pasado oscuro, alimentado por los escasos diarios que llegaban a la zona, donde se hablaba de una banda de pistoleros norteamericanos como posibles autores del asalto al Banco Nación de Villa Mercedes, San Luis, y del Banco de Londres y Argentino Limitado, en Río Gallegos.

Arribados en 1901, al ver el valle que decidieron colonizar lo bautizaron con el romántico nombre de “Flores amarillas” y se abocaron de inmediato a construir su cabaña con troncos puestos horizontalmente, tejuelas de ciprés, puertas y ventanas guillotina y empapelado en las paredes, con la premisa de convertirse “en honrados ganaderos y buenos vecinos”.


“Siempre se mostraron correctos y afables con las 14 familias que ocupaban tierras en Cholila. Incluso los primeros medicamentos que se conocieron por estos pagos, los trajeron ellos”, evocó Raúl Cea, un historiador local ya fallecido, cuyo padre compartió con la banda muchas jornadas dedicadas a amansar caballos y rodear hacienda.

Sobre Butch Cassidy recordó que “era un hombre simpático y sociable, siempre dispuesto a aceptar con absoluto humor las pruebas a las que lo sometían los paisanos. De figura felina, andar muy suelto y mirada poderosa, siempre se encontraba a la defensiva”.

Era el más diestro para las faenas de campo y el manejo de caballos. Hacia 1905 llegaron a tener 900 vacas, 1500 ovejas y 40 caballos. La propiedad de 6.000 hectáreas incluía una gran caballeriza y cuatro establos.

Actualmente, la construcción principal (fue restaurada) sigue en pie y forma parte de los atractivos turísticos del lugar, con su halo de misterio y fábulas. “No pude resistirme a ver la cabaña que había alojado a Butch Cassidy y su banda de asaltantes norteamericanos e imaginar por un rato que era parte de un western con rifle, caballo y sombrero del oeste”, reconoció Martín Oliveira, un visitante brasileño fascinado por “esta tierra de pistoleros y leyendas, campesina e inolvidable”.


Lo que pocos saben es que dicha cabaña estaba preparada además para resistir un tiroteo contra posibles fuerzas federales que llegasen a capturarlos y que tenía un túnel hasta el río, donde siempre había caballos ensillados y listos para huir.

Hoy, a pocos metros, también hay un bar temático y museo (La Legal), donde se pueden revivir muchas de aquellas historias.

La banda salvaje

Las crónicas detallan que Robert Leroy Parker y Harry Longabaugh se conocieron en 1897, en el oeste americano. Se hicieron famosos como Butch Cassidy y Sundance Kid y formaban parte de la temible gavilla de asaltantes de bancos y trenes “Wild Bunch” (banda salvaje).


El grupo, cuyo centro de operaciones estaba en el Hole in the Wall, realizaba estudiados golpes con una fuga perfectamente planificada con caballos de refresco en puntos determinados, lo que hacía muy dificultosa su captura. El precio puesto a sus cabezas por banqueros y empresas ferrocarrileras, el telégrafo, la movilidad policial en trenes y una fotografía que cinco de sus miembros se tomara en 1901 en Forth Worth (Texas), facilitaron la investigación de los agentes de la Agencia de detectives Pinkerton.

Acosados por los sabuesos, y también por la enorme cantidad de afiches que ofrecían jugosas recompensas al que los entregase “vivos o muertos” a la justicia estadounidense, debieron hacerse pronto de una vía de escape. Huyeron hacia el este y luego de visitar los mejores restaurantes, hoteles y joyerías de Nueva York, junto a Ethel Place (Etta), la novia de Sundance, se embarcaron en el buque Herminius con destino a Sudamérica.


Rumbo al sur

Meses después llegaron a Buenos Aires, donde pararon en un hotel por un tiempo hasta que marcharon a la Patagonia, con recomendaciones de los hermanos Ralph y George Newbery (tío del famoso aviador), vicecónsules honorarios de Estados Unidos, quienes alentaban la creación de una colonia norteamericana sobre 730.000 hectáreas ubicadas entre el lago Mascardi y Cholila. Ya en 1895 el gobierno ofrecía tierras en esta zona mediante publicaciones en los diarios de EE.UU.


Luego de asegurarse de que por estos lares “no había bandoleros”, tomaron el ferrocarril del Sud hasta su finalización en la actual Cipolletti y desde allí siguieron camino a caballo. Al llegar a Cholila los sorprendió la hermosura del valle cordillerano “con pasturas que llegaban hasta las rodillas y excelente agua fresca proveniente de los lagos y ríos que nacen en las montañas cercanas”.

Al trío “seguramente les resultó atractiva la similitud del Lejano Oeste norteamericano con el Lejano Sur argentino, un territorio de pioneros, donde el brazo de la justicia aún no había llegado y las lealtades estaban por encima de la ley”.

El grupo se instaló con nombres falsos y se dedicaron a la compra de animales con parte del dinero obtenido en un atraco a un banco de Nevada (Estados Unidos) –y luego con el producto de distintos asaltos a entidades financieras de la región patagónica-. Según Osvaldo Aguirre, autor de “Enemigos públicos”, Cassidy y su banda son “los fundadores de prácticas delictivas desconocidas aún en la Argentina, como el asalto a bancos y el secuestro, una modalidad que exploraron casi accidentalmente cuando mantuvieron cautivo en un calabozo a un hombre durante un mes sin proponérselo previamente” (el hacendado Lucio Ramos Otero, en Río Pico).


En los años siguientes, como respetables vecinos, “reciben las visitas del tejano Jarred Jones, primer colono del lago Nahuel Huapi; familias de origen galés de la vecina Colonia 16 de Octubre, incluyendo al propio comisario Eduardo Humphreys. Por aquella época realizan viajes a la Colonia del Chubut, hospedándose en el hotel del Globo, en Trelew, y en el de Pugh, en Gaiman, el mismo en el que se había alojado el presidente Roca, cuando visitara la zona cuatro años antes”, destaca Marcelo Gavirati en su libro “Buscados en la Patagonia”.

Pero sin dudas, el visitante “más encumbrado de la cabaña es el mismísimo gobernador del Chubut, Julio Lezana, quien durante la gira que realiza en los primeros meses de 1904 por la zona cordillerana, se aloja en la casa de Ryan y el matrimonio Place. Durante la recepción brindada en casa de Sixto Gerez, se produce una de las anécdotas más recordadas, cuando la bellísima Ethel baila una zamba con el mandatario.

Todo se precipita

Sin embargo, parece que el dinero traído desde EE.UU. se termina y no tardan en aparecer en escena los viejos cómplices del Lejano Oeste: Roberto Perkins, Hood (alias Roberto Evans), William Wilson, Ben Kilpatrick (alias Tall Texan), Will Carver (alias News Carver), Litjens y Harvey Logan (alias Kid Curry), más el patagónico Mansel Gibbon, quien pasó a formar parte del grupo apenas el trío más famoso se vio obligado a huir precipitadamente hacia Chile.


Los norteamericanos Evans, Wilson, Duffy, junto con el trelewense Mansel “Yake” Gibbon y el chileno Juan Vidal, se asociarán en 1908 para rearmar la “banda de los norteamericanos” que azotaría a la Patagonia durante casi cuatro años más. Por esa época también llega el temible Harvey Logan (o Andrew Duffy, alias “Diente de oro”), uno de los delincuentes más buscados en los Estados Unidos.

Además de los bancos robados en Santa Cruz y San Luis, los atracos más sonados por aquellos años fueron a la casa Lahusen, de Comodoro Rivadavia (falló porque antes de entrar los cowboys terminaron asesinando en la calle de tres tiros a un peón chileno que les pidió más plata); la Compañía Mercantil de Arroyo Pescado, donde se produce la muerte del gerente, LLwyd Ap Iwan, y el secuestro del hacendado Lucio Ramos Otero y su peón, José Quintanilla, en el Cañadón del Tiro, próximo a Corcovado (al sur de Esquel), donde aquel poseía su estancia y a quienes mantuvieron encerrados durante más de un mes en un bosque cercano a Río Pico. Allí, en un tiroteo con la policía fronteriza, murieron Roberto Evans y William Wilson, mientras que Juan Vidal y Mansel Gibbon habrían huido a Chile y cambiado de nombre.


Previamente, el 14 de febrero de 1905 se sucede un atraco por el valor de 100.000 dólares al banco de Londres y Tarapacá, en Río Gallegos (Santa Cruz). Pese a que no fueron identificados durante el robo (y los relatos de los historiadores que se dedicaron a reconstruir la historia discrepan en este punto), las versiones apuntaban cada vez con mayor fuerza contra Cassidy y Kid.

El gobernador de Chubut, Julio Lezana, dio la orden de arresto, pero antes de que pudiera ser ejecutada, el comisario Edward Humphreys, les advirtió del pedido de captura. De tal suerte, apuraron la partida. Vendieron la propiedad en Cholila a la compañía trasandina Cochamó y cruzaron a Chile en busca de un refugio más seguro.

Al parecer, en algún momento de la larga fuga, Etta abandonó a los dos hombres y retornó a San Francisco. Otras versiones dan cuenta que terminó sus días como maestra (o prostituta) en Paraguay.


De igual manera, hay muchos rumores que involucran a los dos bandidos en robos en Chile y Argentina, pero la historia recién sale de las penumbras hacia 1908, cuando Butch Cassidy y Sundance Kid trabajan para empresas mineras en los andes centrales bolivianos. Allí los bandoleros habrían dado su último golpe: el asalto a una remesa de una mina. Huyeron hacia el norte, pero el 6 de noviembre de 1908 habrían sido alcanzados y acribillados por el ejército en el pueblo de San Vicente.

La carta

Desde esa misma cabaña en Cholila, el propio Butch le escribe el 10 de agosto de 1902 una carta a su amiga, la Sra. Davis, de Ashley, Utah: “(...) Probablemente le sorprenderá tener noticias mías desde este país tan lejano, pero los Estados Unidos me resultaron demasiado pequeños durante los últimos años que pase allá (...), otro de mis tíos murió y dejo 30.000 dólares a nuestra pequeña familia de tres miembros. Tome, pues, mis 10.000 dólares y partí para ver un poco más del mundo” (lo del tío muerto se refería al robo al First National Bank of Winemuca, cometido el 19 de setiembre de 1900 por la Wild Bunch).


“Visité las mejores ciudades y puntos de América del Sur -continúa Butch- hasta que llegue aquí. Y este sector del mundo me pareció tan bueno que me establecí, según creo para siempre, ya que cada día me gusta más. Tengo 300 cabezas de vacunos, 1.500 ovinos, 28 caballos de silla, 2 peones que trabajan para mí y además una buena casa de cuatro habitaciones y galpones, establo, gallinero y algunas gallinas”.

Todavía se repiten entre los pobladores más antiguos del oeste cordillerano las anécdotas de Butch y Sundance galopando y disparando sus armas simultáneamente con ambas manos, mientras sostenían las riendas entre sus dientes, además de las referidas a la extraordinaria belleza y puntería de Ethel.

A punta de revolver

El 14 de febrero de 1905, dos sujetos de origen norteamericano, de entre 25 y 30 años de edad, que se hacían pasar por ganaderos en busca de tierras, irrumpen en la sucursal Río Gallegos del Banco de Londres y Argentino Limitado, obligando a punta de revolver a su gerente y al cajero Mc Kerrow a entregar una suma que rondaba los $20.000 m/n. Al huir, los bandoleros cortan los cables del telégrafo y cambian de caballos en postas preestablecidas.

Tras sus pasos

Mientras los forajidos se adaptaban a su nueva vida en la Patagonia, la agencia Pikerton les pisaba los talones. Una foto de la Wild Bunch había llegado a sus manos en Buenos Aires, lo cual facilitó la investigación. Al enterarse del presunto paradero de los bandidos en Cholila, se envió al agente Frank Dimaio para que los arrestase, pero las lluvias impidieron que llegase.

El 1 de mayo de 1905 Butch, Sundance y Ethel, abandonan Cholila con rumbo al lago Nahuel Huapí, donde se embarcan rumbo Chile.


“Ellos no querían mucho más que una parcela de tierra donde trabajar, a la vez que pensaban que no era reprochable apoderarse de hacienda o bienes de otro si se trataba de grandes empresas”, valoró el periodista y escritor Osvaldo Aguirre.

“Nunca mató a nadie”

El 13 de agosto de 1896, Butch Cassidy, Sundance Kid, Bill Carver, Ben Kilpatrick y Kid Curry asaltan un banco de Idaho alzándose con U$S 7,000, sin disparar un solo tiro. La recompensa por su captura había crecido a unos U$S 10,000 por cabeza. Al poco tiempo, asaltan un tren con el dinero de la hacienda Candice. Luego de robar el First National Bank of Winnemuca (Nevada), se toman una foto de la banda completa y la envían al propietario del banco con una nota de agradecimiento. Esa imagen fue precisamente la que años después orientó a los investigadores para ubicarlos en Cholila.

En el año 1901 asaltan el Great Express en Montana, cerca del límite con Canadá, huyendo con U$S 50.000. A pesar de que la mayoría de los seguidores de las andadas de Butch Cassidy aseguran que “jamás mató a nadie”, otros apuntan que luego del asalto al tren mató a 3 de los 4 detectives de la agencia Pinkerton en una encerrona en un hotel de Luisiana.


La muerte en Río Pico

Sobre los bandoleros muertos en Río Pico, el soldado Pedro Pena, sobreviviente del tiroteo, confirmó en una entrevista realizada en 1970 en Rawson (a la edad de 104 años), que sobre los cuerpos se hallaron dos relojes de oro y la foto de “una mujer hermosísima”.

Durante mucho tiempo se dijo que se trataba nada menos que de Butch Cassidy y Sundance Kid. Sin embargo, en el acta que se levanta, “varios testigos reconocen los cuerpos de los muertos como los de Wilson y Evans. Se detallan las armas secuestradas y otros objetos, incluyendo una libreta de anotaciones con la letra del tango La Morocha y los dos relojes, pero nada se dice de la mítica foto” (¿sería la de Etta Place?).

Una belleza de gran puntería

“¿Quién era Ethel Place? Cuando aparezcan más certezas de su origen podremos entender mejor la historia de este trío, dado que su incidencia y participación nunca fue secundaria en el período que integró el mismo. Las historias describen probados eventos de eximia puntería con las armas de fuego y destreza con los caballos (y ambas a la vez en ciertos pasajes del relato), a la vez que una proverbial capacidad como anfitriona y animadora social, fluidez y versatilidad para manejar el castellano y cortesía con los vecinos” (Guillermo Monsalve, investigador). (Por Fernando Bonansea).


martes, 1 de septiembre de 2020

Epuyén: las cervezas artesanales que nacen al pie de la cordillera

Todo comienza en las cumbres nevadas del cerro Pilche. Desde allí bajan torrentosos los arroyos que se van cargando de minerales antes de llegar al valle y al lago Epuyén. “Tenemos el agua más pura del mundo”, asegura Pablo Leo, productor de la cerveza artesanal “Murrayana”.


Acerca de su trayectoria en la actividad, recuerda que “me fui a Buenos Aires a estudiar Comunicación Social, pero cuando me faltaban cinco finales ya no aguanté. Volví a la chacra de mis padres y ante las alternativas laborales me dediqué primero a la producción de frambuesas y terminé haciendo cerveza, que es lo que realmente me apasiona”.

“Desde los comienzos en 2011 a la fecha, es un empredimiento que ha crecido bastante, hasta llegar a este galpón”, agrega en referencia a la moderna infraestructura montada sobre la ruta de acceso a la Villa Lago Epuyén, donde a pocos metros su hermano chef tiene un local gastronómico.

Desde su óptica, “cervecero no se nace, hay que hacerse y aprender con voluntad, conocimiento y principalmente innovando. Cuando uno piensa que está en un lugar de equilibrio, hay que desastibilizarlo y buscar constantemente. Prueba y error por un tiempo hasta alcanzar un nivel de comercialización donde hay que privilegiar la calidad, porque no es lo mismo cuando se cocinan 50 litros a los 750 litros que hacemos en nuestra fábrica. Ahora, si hacemos algo mal, lo pagamos caro”, asegura.


Además de su propia marca (“Murrayana”), desde 2017 también utilizan las mismas instalaciones los productores de las cervezas artesanales “Bandurria” y “Prestébola” (Lago Puelo), aunque “cada uno con su receta, estilos y variedades”, aclara.

“Nos asociamos y empezamos con el proyecto de una envasadora y terminamos cocinando las tres marcas en el mismo lugar. Cada cerveza es distinta: hacemos tres ipas, pero cada una lleva distintos lúpulos, maltas y su propia característica”, grafica.


A su criterio, “el consumo interno sigue creciendo, pero la calidad es fundamental para sostenerse y a ello apuntamos. Hay que vender buenos productos y aquellos que no lo hagan, a la larga pagarán el costo”.

En la actualidad, hay unos 200 productores de cervezas artesanales en la Comarca Andina del Paralelo 42°, incluyendo las localidades de El Manso, El Bolsón, Lago Puelo, El Maitén, Cholila, Lago Puelo, Epuyén y El Hoyo. Acerca de su presente y proyección a futuro, Pablo Leo precisó que “no se puede vivir exclusivamente del público de la región o del turismo. Hay quienes hacen unos litros en la casa y venden a los vecinos o amigos, un perfil totalmente distinto al que buscamos otros con proyectos de mayor envergadura”.

“Es un sector que ha crecido de forma exponencial –valora-. En el caso de Epuyén, hace tres o cuatro años se vendía exclusivamente en temporada estival en algunos restaurantes, en cambio hoy hay varios locales exclusivos y un consumo interno singular”.


Recalca enseguida que “en nuestro caso, con la estructura que montamos, no sobreviviríamos. Hoy estamos vendiendo en distintas ciudades de la Patagonia, como General Roca, Plottier, Las Grutas y San Antonio Oeste, Esquel, Comodoro Rivadavia, San Carlos de Bariloche, El Calafate y Chaltén, que nos demanda una logística importante para la comercialización porque estamos en un lugar lejano. El flete nos saca una gran parte de las ganancias, además de que no es rápido”, detalló.

Insumos

Pablo Leo indica que “junto al agua de la mejor calidad, el 90% del lúpulo que necesitamos lo compramos en la zona, aunque para las ipas y otras cervezas más lupuladas necesitamos algunos otros importados, ya que deben tener características especiales. Asimismo, adquirimos en forma directa a las malterías y a la empresa que produce las botellas”.

Igualmente, “logramos comenzar a trabajar con la gente del Conicet de Bariloche en la reutilización y recuento de levaduras, que nos facilita un ahorro importante de dinero y nos ayuda en los tiempos de procesos. También armamos un pequeño laboratorio, que nos ha permitido un salto importante en el control estricto del producto final”, remarca.


Respecto a los costos, comparó que “el cervecero artesanal de la provincia de Buenos Aires tiene un 10% menos porque no tiene tanto flete como nosotros, que sumamos un 10% para traer los insumos y otro 10% para llegar con nuestro producto al mercado consumidor”.

Ayuda

En respuesta a la ayuda estatal que reciben, Pablo Leo recodó que “a nivel nacional, el gobierno viene colaborando con los productores. En nuestro caso, tenemos un empleado y nos están ayudando con un ATN para su salario”.

Con todo, precisó que “hemos logrado sostener el emprendimiento a pesar de que hace meses no se vende nada por la pandemia, por suerte venimos de una buena temporada veraniega”.


Respecto al gobierno chubutense, indicó que “ha estado presente cuando hemos requerido de líneas específicas para créditos. Pero falta algo más de acompañamiento para el sector, ya que sus tiempos son demasiado dilatados: hace dos años, cuando precisamos ayuda financiera, recién llegó en diciembre, cuando ya los problemas eran otros. Aunque viendo la situación de la provincia, sabemos que las políticas las debemos generar los propios privados”, aseveró.

Para el futuro inmediato, el productor subrayó su esperanza “de ver a corto plazo lo que sucederá con la temporada turística. Necesitamos que se libere la llegada de visitantes a la Comarca Andina”. (Por Fernando Bonansea).