lunes, 8 de febrero de 2021

Silencio y belleza natural, tiempo para unas vacaciones inolvidables en Epuyén

Bienvenido a Samantabhadra, un lugar budista sagrado, es la primera sorpresa para los turistas llegando al pueblo de Epuyén. Se trata de la “Stupa de la Iluminación”, un imponente monumento espiritual –con sus 108 banderas verticales de oraciones-, emplazado a pocos metros de la ruta nacional 40, que “no tiene nada que envidiarle a sus hermanitas tibetanas, tanto en belleza como en transmitir la tranquilidad y simpleza del budismo”.


Bajo el amparo del cerro Pirque, esta pequeña aldea cordillerana de 4 mil habitantes “los invita a un descanso único de silencio y belleza natural. Es una localidad que se caracteriza por su respeto, cuidado y valorización del ambiente, la vida, cultura, arte y turismo sustentable”, anticipa la directora de Turismo, Débora Díaz.

Desde El Balcón, ingresando por el norte, la vista del valle obliga a las primeras fotos con las chacras bordeadas de los álamos verdes, los cerros de fondo, el río y el lago invitando a entrar. “Este pueblo tiene mucho para mostrar y una rica historia vinculada a la cultura mapuche y tehuelche, con pinturas rupestres antiquísimas”, valoran.

Con todo, el orgullo de los lugareños es el Parque Municipal Puerto Bonito, donde a diario disfrutan de las cálidas aguas del lago Epuyén, con sus acantilados “espectaculares para las zambullidas” o sus pequeñas caletas con playas “ideales para tomar sol”. También se puede remar (alquilan kayaks) o atreverse a la experiencia del stand up paddle. Al rato, “todos terminamos siendo amigos y compartiendo unos mates. Incluso, acá han nacido varios romances”, advierten con picardía.

Desde allí, otra propuesta interesante de trekking es llegar hasta La Condorera, ubicada sobre el cerro Epuyén, que constituye el lugar ideal para el avistaje de los cóndores en su hábitat natural; o conocer lugares jamás imaginados como El Chalet, una construcción abandonada por un colono alemán que se enfermó y jamás volvió, hoy en ruinas y con una playita de arenas blancas a disposición. 


También se puede trepar hasta el monasterio de unos “extraños monjes ermitaños” que habitaron el filo de la montaña hasta 1997; pasando por bahía Las Percas, donde siempre está la posibilidad de pescar una buena trucha (antes de salir, hay que anotarse en la oficina a la entrada del parque).

“Naturaleza, paz y serenidad. Hermosísimo lago del sur argentino, rodeado de montañas y las aguas más cálidas de la Patagonia, lo que lo hace muy apto para baños en varias playitas que posee. El paisaje es cautivante desde cualquier punto que se mire. Dentro del parque se encuentra el Centro Cultural Antú Quiyen, que además de exponer artesanías de los artistas locales, también brinda servicio de comida totalmente casera, lo mismo que las bebidas: agua, jugos artesanales con las exquisitas frutas finas de la zona y cerveza artesanal. Es un lugar que los amantes de lo natural no deben dejar de visitar”, escribió en su muro el comodorense Raúl Reyes.

El espejo lacustre está rodeado por los altos picos de los cerros Pirque, Pilche, Epuyén y Derrumbe, con sus laderas cubiertas por cipreses, coihues, lengas, notros, radales y maitenes: “El lago es cristalino, azul, plácido, rodeado por cerros y playitas de piedras. No se puede ingresar con embarcaciones con motor ya que la prioridad es cuidar el medio ambiente. Ideal para pasarlo en familia, tiene lugares para asar con mesas y bancos de madera, sanitarios en condiciones y limpios. Un lugar para encontrarse y compartir, apreciar las maravillas naturales y valorarlas, simplemente un lugar para volver”, opinó Matías González, de Neuquén.


A la hora de alimentarse, hay que preguntar a los vecinos por la chacra de doña Valentina, que además de contarle los secretos de la tierra, podrá venderle “la mejor verdura, producto de sus manos”, desde las papas nuevas hasta los choclos, las arvejas y habas, remolachas, zapallitos y el infaltable cilantro y “el chascudo”, otro yuyo que aporta un sabor inigualable a la comida. Para el asado, las carnicerías del pueblo hacen gala de los más variados cortes, incluyendo los corderitos y chivitos de la zona.


Con 350 plazas de alojamiento en hosterías y cabañas, la temporada estival en Epuyén “está a pleno, con los fines de semana con la capacidad colmada”, remarcó Débora Díaz, por cuanto pidió “hacer antes la reserva para lo que queda del mes de febrero”.

La localidad está a 30 km de El Hoyo, 45 km de El Bolsón, 40 km de Cholila y 40 km de El Maitén, por el camino pavimentado de El Coihue, donde está la laguna Las Mercedes (el secreto mejor guardado de los lugareños), que puede visitarse tranquilamente para pescar un rato, bañarse, caminar por la orilla o tomar unos mates en la orilla. “Hermoso lugar, agua super cristalina y  rodeado de montañas. El camino para llegar es muy pintoresco, con mucha arboleda para descansar del sol y unas vistas preciosas. Llegamos buscando tranquilidad y la encontramos”, indicó María Cecilia Márquez, de  Chivilcoy.


Nochecitas

Cae la tarde y Epuyén “se pone muy lindo”, aseveran. Nuevos locales gastronómicos, patios cerveceros y pubs son parte de la propuesta. “Nuestra gente ha invertido pensando en el turismo y por suerte están todos trabajando muy bien. Por supuesto que también está la alternativa de un buen plato gourmet, elaborado con productos naturales por nuestros calificados chefs”, precisó la funcionaria consultada.

También está la feria Epuyén Produce (funciona los martes y jueves por la mañana), donde se pueden adquirir “los alfajores más ricos de la Patagonia” (elaborados por una cooperativa conformada por personas con discapacidad), junto al molino harinero y la sala de extracción de miel, emplazados a la vera del arroyo de la Mina.


jueves, 28 de enero de 2021

Olga Nasif, la primera promotora del turismo en El Bolsón

En el día del 95° aniversario de El Bolsón, Olga Nasif (76) confiesa que “es un orgullo que se lleva muy adentro y en el alma saberse nacida y criada en este pueblo, aún cuando soy muy abierta para todos los que vengan”.


Acerca de los cambios evidenciados por la ciudad en las últimas dos décadas (hoy con 50 mil habitantes y con miles de visitantes vacacionando), recordó que “siempre soñé con este gran impulso turístico, pero no de esta forma tan alocada, sino con un perfil más familiar”.

Desde su óptica, El Bolsón “es una tierra de oportunidades y hay que saber aprovecharlas. Quien llega con un proyecto, lo logra. Solo hay que ser serio y perseverante”.

Olga Nasif también fue la creadora de la primera agencia de viajes y turismo de El Bolsón: “Por esa época, estaba en la oficina de Turismo frente al Correo, nombrada allí por el intendente Paco Granollers. Informaba gratuitamente, porque nadie me pagaba. Los primeros turistas que vinieron eran los parientes de los viajantes de comercio y los familiares de los empleados bancarios o maestros, que se animaban a hacer cuatro horas de ripio desde Bariloche”, señaló.

“Con amigos que me acompañaban –agregó-, comenzamos a marcar los senderos hacia los atractivos naturales, como Cabeza del Indio, la cascada de Mallín Ahogado y la Cascada Escondida. Pronto puse en marcha la agencia IATA y sumamos otros puntos en El Hoyo y el Parque Nacional Lago Puelo, los actuales recorridos que nunca cambiaron”.

No obstante, confesó que “el domingo pasado lloré, porque fui a un camping muy hermoso del río Azul y desde allí quise ir a la Cabeza del Indio y me encontré con que no te dejan pasar. Me sentí invadida e impotente, porque siempre fue libre. Fue una sensación muy triste”, remarcó.

La propaladora

En realidad, Olga Nasif siempre fue transgresora. A los 17 años se animó a poner una propaladora que cambió las tardes taciturnas del centro de El Bolsón, difundiendo música, noticias y publicidad: “Siempre fui un poco revolucionaria y hacía todo lo que intentaban prohibirme. Aprovechando que mis padres se habían ido de viaje a Buenos Aires, un día paseando por las calles polvorientas de mi pueblo (todavía no estaban asfaltadas), pensé que faltaba algo y me di cuenta que era alegría”.

“Con la ayuda de mi hermano José, quien me regaló los postes; Cachito Jalil que tenía unos parlantes y otros que tenían unos cables, terminamos armando el sistema a lo largo de tres cuadras. Sonaba en la plaza y arriba de los techos de los vecinos, que me soportaban. Radio Bariloche me regalaba los discos y tenía auspiciantes del nivel de Aerolíneas Argentinas y Coca Cola. Quizás les causaba lástima, pero me daban su propaganda”, se ríe.


“Aproveché a hacer todo eso mientras mis padres no estaban –reiteró-, cuando volvieron se encontraron con que la sala era un estudio y se armó un lindo escándalo, pero pronto se calmaron y pude seguir adelante. Con mi entusiasmo envolvía a todo el mundo”.

“Alcancé a tener mucho éxito económico con ese emprendimiento, principalmente en los tiempos de las campañas políticas. Los peronistas querían que la publicidad sea exclusiva, pero como era amiga de todo el mundo abrí las puertas para que hablaran todos. Resultó que en el comedor de la casa de mis padres se daban la mano los radicales con los peronistas como buenos vecinos. Entre aquellos dirigentes estaban Antolín Díaz y Mario Marqués”, rememoró.

Tiempo de cambios

Hija de inmigrantes libaneses, Olga Nasif también fundadora de Coopetel y dirigente del Club Andino Piltriquitrón, entre sus múltiples actividades sociales.


Según recordó, “este lugar comenzó a cambiar a finales de la década del ’60, con la llegada de los primeros hippies. Era un grupo grande que se estableció cerca del río Quemquemtreu, todos fueron mis amigos. Al principio, los criticábamos; los nyc (nacidos y criados) fuimos un poco reacios a los cambios que proponía esta gente, con nuevas ideas y costumbres.”

Embajador turístico

Su hijo, Marcelo Burlón, fue nombrado en 2016 como  “embajador turístico” de esta localidad cordillerana “por su extensa y reconocida trayectoria a nivel mundial como consultor de moda, estilista, relacionador público, DJ, director artístico y blogger. “Estoy muy orgullosa”, precisó Olga Nasif mientras luce una remera exclusiva de su colección. “Todavía no puedo creer que haya llegado tan lejos. En los ’90, nos fuimos a vivir a Europa y allí los chicos tuvieron la oportunidad de formarse, todos triunfaron en su actividad; aunque Marcelo es especial, porque lo que toca es oro”.


El propio Marcelo Burlón reconoce que “cuando llego y veo el cerro Piltriquitrón sé que estoy a salvo. Uno viaja por el mundo, pero volver es la parte más importante de mi vida. Pienso en mis abuelos y en los que decidieron construir la familia en este lugar muy especial y específico en el mundo. Por eso llevo en mi marca todo lo que representa a la Patagonia”.


martes, 12 de enero de 2021

Cholila: “No se puede entrar con revólver y sombrero al despacho de bebidas”

 

Es tajante el cartel en la puerta del museo-bar “La Legal, en el ingreso norte a localidad de Cholila: “Por orden del comisario, no se puede entrar con revolver y sombrero al despacho de bebidas”.


“Es para reírse un rato y marcar la buena onda que caracteriza a este lugar”, aclara Nora Jalil, la dueña, entre los elementos de época que formaron parte del almacén de ramos generales de la familia Daher, a pocos metros de la cabaña levantada por Butch Cassidy, Sundance Kid y Etta Place, donde los famosos pistoleros norteamericanos vivieron a principios del siglo 20.

Según relata, “armamos un sector contando toda la historia de la ‘Banda salvaje’, en castellano y en inglés porque hasta el año pasado llegaron muchos turistas extranjeros. En realidad, esto comenzó con la idea de una parrilla, porque Cholila ofrece la mejor carne del mundo, pero hace falta un local gastronómico especializado. Pero finalmente apostamos al aspecto cultural del lugar, incluyendo una feria de libros, donde vendemos textos usados y nuevos, incluyendo las andanzas de Butch Cassidy en la Patagonia, contada por Marcelo Gaviratti. Queremos que vengan a visitarnos para saber más”.

Cabe destacar que el predio de la histórica cabaña a orillas del río Blanco es administrado por el gobierno de la provincia del Chubut, que ha instalado allí a un cuidador, aunque no hay información o guías para un recorrido detallado de su origen e importancia. En consecuencia, la recomendación para los visitantes es “ir primero hasta La Legal, conocer los detalles de la permanencia y actividades ilegales de la banda en la región y luego llegar hasta la cabaña, con su halo de misterio y fantasmas de aquellos colonos ilustres”.


Además, “aquí les ofrecemos la posibilidad de sacarse fotos con ropa, pistolas y sombreros de vaqueros; más la posibilidad de ver la película documental filmada en este valle con una producción americana y donde participan algunos lugareños, como Sonia Perry, bisnieta del sheriff estadounidense, oriundo de Texas, John Comodoro Perry, quien fue parte de los pioneros llegados por aquella época”, adelanta Nora Jalil.

De igual manera, se apresura en aclarar que “no se trata de la famosa película protagonizaba por Paul Newman y Robert Redford, que termina con la muerte de los bandoleros en Bolivia y ni siquiera registra su paso por la Patagonia”.


Desde su óptica, Butch Cassidy, Sundance Kid y Etta Place, miembros de la renombrada Wild Bunch (banda salvaje) que asaltó trenes, bancos y comercios en EE.UU., “vinieron a Cholila con la intención de despistar a sus perseguidores, no robar más y establecerse como buenos vecinos. Meta que en principio lograron, pero no pudieron con su genio y volvieron al ruedo. Cuando llegaron, tenían 35 años y cuando se escaparon ya tenían 40. Quizás se consideraron ya viejos y en Bolivia comenzaron a saltar a destajo y los atrapan. Hay otras versiones, pero nos quedamos con la del libro”, reconoce.

El viejo boliche

En referencia al antiguo almacén de ramos generales de la familia Daher, un inmigrante sirio libanés que se radicó en las primeras décadas del siglo pasado, donde además de comprar las provisiones los pobladores aprovechaban para acodarse en un mostrador de madera para compartir un vino o una ginebra con otros parroquianos y enterarse de las noticias (en tiempos en que ni siquiera había radios), Nora Jalil destaca que “cada tanto aparece por acá don Abelardo Avilés, quien se toma una Legui con soda y nos cuenta anécdotas que nos encantan. También hay otro par de lugareños que pasan a caballo, con sus perros y sus ponchos, se bajan y piden ¡licuado de frutillas! Es muy risueño, tratándose de gauchos de Cholila”, se ríe.


Otras de las actividades que los turistas pueden hacer desde el mismo punto incluyen cabalgatas, paseos en sulky y salidas en kayak por los lagos y ríos de la zona. Asimismo, por allí cerca hay complejos de cabañas, hosterías, restaurantes y todo lo necesario “para que la gente pueda vacacionar con nosotros, con absoluta seguridad y cumpliendo todos los protocolos en prevención del Covid”, reseña la anfitriona.

Respecto al comportamiento de los visitantes, Nora Jalil grafica que “por lo general, los porteños vienen apurados, sin perder el ritmo de la gran ciudad. Les pido que paren, se olviden del stress y cuando estén tranquilos pasen y disfruten de su estadía. Este es un buen lugar para tomar un café, comer algo rico (la especialidad de la casa son las empanadas de cordero y la tarta de rosa mosqueta), o leer un rato tomando una buena cerveza artesanal”.

Por último, “reconocen que les gusta mucho la vieja construcción. Adentro, la gente también puede comprar un recuerdo, un dulce casero o los huevos de campo. Cosas que elaboran diferentes vecinos y acá tienen un espacio para mostrar su producción, artesanías y hacer unos pesos”.


Por las estanterías, van apareciendo “artículos que por esos años no se vendieron, como paquetes de sal, elementos de esquila, vajilla y hasta aquellas damajuanas de 10 y 15 litros que servían para expender el vino de mesa y los pobladores llevaban para toda la semana o alguna fiesta de marcación o esquila de sus animales”.

Durante enero y febrero, el museo y bar temático ubicado sobre la ruta 71 está abierto todos los días, a partir de las 10. “Los esperamos a desayunar, a almorzar y por la tardecita ya son un clásico las picadas con algún trago. La actividad social es muy linda y también hacemos eventos, entre los que siempre aparece algún músico, siempre cuidando los protocolos porque no queremos enfermarnos”, remarca la dueña.

Pura historia

“Cholila tiene mucha historia –recuerda Nora Jalil-, un poco más allá está la primera escuela, construida en 1906 por el maestro Vicente Calderón, que todavía está en pie. Somos un grupo de vecinos que estamos haciendo algunas cosas para su mantenimiento. Este invierno, aún en pandemia, restauramos la capilla San Antonio de Padua, del paraje El Blanco, y ahora estamos pensando en rescatar la vieja escuela abandonada”.


Cabe destacar que también están en pie la vieja cervecería Anzó y el molino harinero de la familia Cea, cuyos edificios están dentro de campos privados y no han sido puestos en valor patrimonial o turístico. Ambos emprendimientos son mudos testigos de que en estos valles, hace un siglo, se producía trigo, cebada y lúpulo.

Pacíficos ganaderos

Cuando Butch Cassidy y sus acompañantes vieron por primera vez los prados de Cholila, denominaron al lugar con el romántico nombre de “Flores amarillas”.

Vivieron como pacíficos ganaderos bajo los seudónimos de Santiago Ryan y Henry Place  y siempre se mostraron correctos y afables con las 14 familias que ocupaban tierras en las cercanías. Incluso quedó la anécdota de la visita del entonces gobernador del Chubut, Julio Lezana, quien bailó una zamba con Etta Place sin sospechar jamás de sus antecedentes. Llegaron a tener 900 vacas, 1500 ovejas y 40 caballos. La propiedad de 6 mil hectáreas incluía una gran caballeriza y cuatro establos. Todo iba bien hasta su precipitada huída en 1905, cuando la sombra de nuevos atracos los persiguió y decidieron fugar hacia Chile.


Al parecer, el dinero traído desde EE.UU. se terminó y no tardaron en asomar los viejos cómplices del Lejano Oeste: Roberto Perkins, Hood (alias Roberto Evans), William Wilson, Ben Kilpatrick (alias Tall Texan), Will Carver (alias News Carver), Litjens y Harvey Logan (alias Kid Curry).

Fue así que Evans, Wilson, Duffy, junto con el trelewense Mansel “Yake” Gibbon y el chileno Juan Vidal, se asociaron en 1908 para rearmar la “banda de los norteamericanos” que azotará a la Patagonia durante cuatro años más. Por esa época también llegó el temible Harvey Logan (o Andrew Duffy, alias “Diente de oro”), uno de los delincuentes más buscados en los Estados Unidos.


Además de los bancos robados en Santa Cruz y San Luis, los atracos más sonados por aquellos años fueron a la casa Lahusen, de Comodoro Rivadavia (falló porque antes de entrar, los cowboys terminaron asesinando en la calle de tres tiros a un peón chileno que les pidió más plata); la Compañía Mercantil de Arroyo Pescado, donde se produce la muerte del gerente, LLwyd Ap Iwan, y el secuestro del hacendado Lucio Ramos Otero y su peón, José Quintanilla, en el Cañadón del Tiro, próximo a Corcovado (al sur de Esquel), donde aquel poseía su estancia y a quienes mantuvieron encerrados durante más de un mes en un bosque cercano a Río Pico. Allí, en un tiroteo con la policía fronteriza, murieron Roberto Evans y William Wilson, mientras que Juan Vidal y Mansel Gibbon habrían huido a Chile y cambiado de nombre.


Previamente, el 14 de febrero de 1905 sucedió un atraco por valor de 100.000 dólares al banco de Londres y Tarapacá, en Río Gallegos (Santa Cruz). Pese a que no fueron identificados durante el robo (y los relatos de los historiadores que se dedicaron a reconstruir la historia discrepan en este punto), las versiones apuntaban cada vez con mayor fuerza contra Cassidy y Kid. (Por Fernando Bonansea).